Príncipes del universo by Rodmann

Príncipes del universo by Rodmann

autor:Rodmann
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástico
publicado: 2014-12-12T23:00:00+00:00


CAPÍTULO 23

Hispania, el Caballero Eterno

LO que antes era una aldea, se convirtió en un Municipio. Iliberis era una ciudad preciosa, calles largas y muy cuidadas. La entrada estaba vigilada por un pelotón romano bien preparado, en donde un Decurión de infantería era el jefe inmediato de la guardia y mandaba sobre diez Miles Gregarius que eran soldados rasos.

Este estaba comandado por un Centurión del que precisamente llevaba su cabeza en mi mano. Con la otra portaba la guadaña. Así me paseaba por las calles de la ciudad del general Drusus tranquilamente a un paso lento y pausado. Todo aquel que intentaba detenerme o se acercaba a menos de cinco pies era asesinado. A mí paso la multitud gritaba atormentada y huía de mí. Ancianos, mujeres y niños caían ensangrentados a mi paso, no miraba quienes eran o a qué venían, a la persona que tuviera contacto físico o invadiera mi espacio vital sería aniquilada. Era una situación de grandeza y poder. Me encantaba.

Llevaba casi veinticinco años dentro de ese maldito agujero. Durante todo ese tiempo, solo me enseñaron a matar y a atemorizar. Escuchaba caballos galopando hacia mí. Eran soldados, me encantaba la idea de seguir matando escoria romana.

Recuerdo que estaba en una calle muy larga, a los lados había construcciones de piedra, no sabía que era aquello, no sabía donde estaba. Llegando al final del camino, me pareció encontrar lo que estaba buscando: el cuartel general y a su vez el palacio de Drusus. Lo sabía porque solo un cobarde podía vivir en un palacete vallado y rodeado de su ejército. Un par de soldados a caballo alertaban a la gente y las echaban del lugar de los hechos. Cualquier persona podía saber cuál había sido el camino por donde había errado, debido que un río de sangre y cuerpos desmembrados lo señalaba.

Una vez divisado mi objetivo, paré. Los aposentos de Drusus eran de César más que de General. Había mucho dinero invertido solo en él. El resto de la gente pasaba miserias. El palacio era de color blanco, muy bien cuidado, justo en el medio había un balcón muy amplio, lleno de escudos, decorado con oro y mantos. Intuí que era donde el General exponía sus discursos y se dejaba ver.

El perímetro estaba rodeado por el ejército de a pie, armados con lanzas. Arriba de los aposentos del General estaban los Sagittarius o conocidos vulgarmente como arqueros. En ese mismo instante me rodeaba la caballería con sus Gladius Maior, que eran espadas más grandes que la espada del infante. En cuestión de segundos toda la población se refugió en sus casas, pero una mayoría observaban ocultos entre las sombras. Me llamó mucho la atención sobre todo los ancianos hispanos. Parecía que me conocían, como sí la leyenda que les habían contado durante todos estos años estuviera ahí presente, delante de ellos. No se escondían, solo se apartaban del meollo. La gente estaba expectante ante lo que iba a suceder allí.

Todo y todos me daban igual, solo me importaba una persona, mi vista estaba clavada en aquella ventana, allá a lo lejos.



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